
He estado unos días alejado de Internet, eso es bueno para mi próxima presbicia que está por llegar, pero que hoy Elena insistía, durante la comida, que llegar, llegará. Y es que estábamos cada uno en una acera de Gran de Gràcia, para cruzar el semáforo, y a la altura de Fontana y hasta que Elena no se ha abalanzado sobre mi para darme un par de rotundos besos, ni me he percatado de su presencia... gafas de sol no graduadas, sol en la cara, y el aturdimiento previo a la comida, supongo, han contribuido a mi desorientación. Pero no voy a hablar de la comida, eso será un próximo post de los muchos que tengo pendientes y que apunto ahora: Ca' la Nuri, La Clara, La Fitora, Regreso accidental al Cangrejo Loco, Fontana, Ágora, Cruixent, ON-5.
Hablemos del café, si habéis estado en Marruecos, y os han enredado para ir a comprar alfombras (o en otros países árabes como Egipto pasa igual) os habrán sentado en la tienda y os habrán hecho la ceremonia del té... Mientras tratan de llegar a una complicidad emocional contigo, sienten un repentino afecto hacia ti y tu forma de vivir, que dura lo que dura el té y la posibilidad de que cargues desde el Bajo Nilo o el Alto Atlas hasta Barcelona con una alfombra "made in China". Me sigue maravillando que un comerciante de Aswan se sepa la alineación del Barça de carrerilla, pero es que le dices que eres del Espanyol y te dice la alineación del Espanyol. La ventaja del té es que el agua está hervida, y no deja de ser refrescante. La primera copa de té que nos sirven no lleva azúcar y está muy concentrado, amargante. La segunda copa lleva algo de azúcar y ya está más aguado. La tercera taza es solo azúcar. Y mientras sirven las tres tazas, te recitan, "El primer sorbo es amargo, como la vida. El segundo sorbo es suave, como la muerte. El tercer sorbo es dulce, como el amor".
Pues no sé si con té, pero en Olokuti, calle Asturies, 38, barrio de Gràcia... practican algo parecido pero con café. Ellos son una tienda de comercio justo, con un aire entre ibicenco y todo a 100, con regustillo a Kasbah. Pero si quieres, en la caja te pides unas tazas de café y un azucarillo, vas a la cafetera superautomática que está en un mueble bajo, en la antesala del jardín, te haces tu café y te sientas a la sombra de un níspero enorme, el más grande que vi en mi vida, a tomar tu café, rodeado de estatuas de algún discípulo de H. Moore, digo por el precio... 3.500€ la que me ha gustado (H. Moore, "Objeto de seducción", la peli).
El que me haya fijado en las estatuas, así como que por la tarde me haya comprado un cónsola para un centímetro cuadrado que tengo libre en casa me ha recordado un fragmento del Tao Te Kin, "La habitabilidad de una casa depende de sus espacios vacíos. Así pues, si bien la existencia de las cosas puede ser buena, es su no existencia lo que las hace ser útiles". Y eso lo leo después de haber alquilado un micro almacén, para poder vivir en mi casa, vaciándola de cosas tales como un Djembe, una silla senegalesa, una bicicleta, y una larga serie de objetos que se demuestran más útiles alejados de mi. Yo ya no cabía en casa, eran o ellos o yo al microalmacén.
Olokuti de la Calle de Asturies, 38, o el jardín de la alegría, como lo llama Elena me ha parecido como tienda, interesante... Pero como lugar para tomar un café... Impresionante, la diferencia de sensación térmica es muy agradable, nada masificado cuando he estado yo, acogedor, fresco, ideal para una conversación. No he visto, eso sí, la planta de cannabis que debería estar sembrada en un jardín de la alegría que se precie. En la foto, Elena, y su alegría en el jardín, a la sombra del níspero.