
Me críe mirando la televisión, como tantos niños de mi generación. Pero no veíamos anime japonés. Nosotros teníamos “la casita del reloj de cuco” y a una señora llamada Gloria Fuertes, que no sabía decir “buenos días” sin añadir “tío Matías”. Para acabar de adobar la situación, también veía en aquella tele en blanco y negro “estudio 1”, dónde un elenco de actores encabezado por el memorable José Bódalo ponían voz y cuerpo a clásicos del siglo de oro, y obras de Wilde, Ibsen y tantos otros. Viendo a los clásicos y con el antecedente de Gloria Fuertes hubo un momento en mi vida que pensaba que la gente normal hablaba con métrica endecasílaba. En mi casa éramos vulgares pues hablábamos en prosa. Supongo que así, poco a poco, mi castellano se fue tornando barroco. Hago esta reflexión al hilo de un comentario del bueno de Miqui, estábamos comiendo en La Boella, lugar precioso, con su punto de rural, su punto de lujo, su punto de sofisticación. El objetivo de la comida era comprar productos agrícolas manufacturados en la finca homónima, especialmente el aceite del chorro, sin filtrar, que solo se comercializa en esta época del año y como la tienda estaba cerrada, nos quedamos a comer. Pues bien, estábamos comiendo y por la ventana vi un cenador frente a una fuente que me transmitió paz, con una mesa para 8 personas en el centro decorada con candelabros. El diálogo fue, más o menos, así : “Mira ese cenador, en una noche de verano allí se debe estar de lujo”. La respuesta de Miqui fue curiosa… “Tú no hablas bien inglés, ni ningún otro idioma” “¿Eing? ¿Por qué piensas eso?” “Porque si ves eso y lo asocias a la palabra cenador, ¿Cómo diablos se debe decir cenador en inglés?” Ciertamente, sería más adecuado llamarlo galería, incluso marquesina, o glorieta, tal vez pérgola, aunque yo la pérgola la veo de madera pintada de blanco y con buganvillas trepando… y este cenador era de planta hexagonal, en piedra de San Vicente tallada y con triple tejado de teja árabe con vigas vistas de madera y canalones de fundición, anexado a un porche y abierto en tres de sus lados a una rosaleda, ahora decorada con macetones con flores de invierno. El comentario es gracioso, ya que efectivamente, no sé si tengo un castellano florido, pero hablo inglés con un dialecto entre el de Tarzán y el de la mona Chita, y efectivamente, me cuesta mucho resumir, simplificar, esquematizar. Sigo hablando con métrica endecasílaba y traduciendo al castellano, cuando puedo. Soy consciente que no hablo bien, pero es lo que hay, la culpa la tienen los programadores de la tele. La Boella, el aceite de garrafa a 23 euros los 5 litros, teniendo en cuenta que es el mejor y más premiado aceite del Estado, no está mal de precio, además son pioneros en el cultivo intensivo de aceitunas, empaltando los olivos de manera que las olivas se cosechan de forma mecanizada pero mimada como las uvas. La almazara se encuentra dentro de la finca, por lo que del árbol a ser aceite solo pasan unos momentos. Interesante la variedad arbosana (la aceituna de L’arboç) y la Koroneiki, oriunda de Grecia, un poco picante. El aceite normal es de monovarietal arbequina. El vino de la finca, “vi de guarda” se deja beber. Dentro de la sofisticación del ambiente y el trato exquisito al cliente, la recepción en los salones de la casa, con toda la cortesía ya me hacía sospechar que la espera a que abriese la tienda resultaría cara, pero cuando nos hicieron las descubiertas de los platos ya no tuve ninguna duda, es el tipo de restaurante bonito de ver, y dónde se come ideal si no te preocupa la factura, pero si va a comer una familia de 9 miembros como la mía tendría que pedir una segunda hipoteca para hacer frente a la factura. Al menos pagas calidad y te dan acceso por unas horas a un lujo inadecuado, quizá, para mi camisa “Quechua”. HOTEL MAS LA BOELLA Autovia Tarragona-Reus (T-11), Km. 12 - 43110 La Canonja (Tarragona) Tel. 977 77 15 15 www.laboella.com PS. Por unos días, mi Barcelona privada ha ensanchado su geografía hasta Cambrils.