sábado, 12 de diciembre de 2009

Casa Alfonso

Acabamos de salir del Workcenter, una impresión digital cara pero ha pasado los controles de calidad del experto. Ya tengo felicitaciones de Navidad y me he sumergido en escribir sobres y tarjetones. Entre imprimir y escribir había que hacer un alto para cenar, y ahí, al lado del Workcenter de Urquinaona, esquina con Llúria está la Casa Alfonso. Casa Alfonso, traspasar su puerta es sumergirse en un ambiente intemporal, los relojes se detienen y la atmósfera se contiene. Debe hacer unos 4 años que no iba a Casa Alfonso, antes solía desayunarme un par de veces al mes, unos bocadillo en tamaño justo, un pan excelente y unos rellenos con productos de calidad. Nada ha cambiado, afortunadamente. A la entrada hay una barra, un mostrador de charcutería y algunas mesas, en la sala de la rebotica, antes de la cocina, debe haber unas 10 mesas, tal vez 12, dispuestas de una forma curiosa, en dos filas pero como si la separación entre las dos hileras fuese una rambla indoor. En las paredes se amontonan pinturas en venta, todas son de corte muy académico, algunas marinas, desnudos... no me fijé en los precios, sí me fijé en que siendo martes, por la noche, y con la crisis que afecta al consumo, el camarero nos barró el paso... Todo reservado. Pero si solo nos comemos un bocata y algunas raciones, con la promesa de levantarnos antes de las 21 horas nos sirven. También estuve atento a las mesas de al lado. A mi derecha una familia burguesa que saluda educadamente y me pide permiso para poner sus abrigos junto al mío, en la silla. Papá, mamá, la niña de unos 25 años, y el novio de la niña, raciones y un bocadillo, de chistorra con queso, como el bocata de Miqui. Yo bocata de escabeche de atún, y raciones de bravas y mojama, para beber cocacolas, pero lo que era paranormal era la mesa de la izquierda. Dos venerables ancianas, de más de ochenta años. Repeinadas, con moño, pendientes y otros ornamentos en perlas y ropa elegante. Toman café y tienen unos vasitos pequeños, de unos 100cc, alargados, con tres colores. Toman el contenido con cucharilla. ¿Qué demonios deben estar tomando? Afortunadamente para mis oídos, ellas tampoco lo saben y el camarero les aclara: Whisqui quemado con azúcar moreno, enfriado, otra capa de café recién hecho y un sombrero de nata. Yo así, no me importaría llegar a los 80 y muchos. La última pregunta que me acude a la cabeza, mientras espero en la parada de autobús de Urquinaona, es qué público puede acudir al Pans and Company de Urquinaona, cuando a tan pocos metros está Casa Alfonso, que tal vez cuesta algo más dinero, pero es mucho más barato (Relación Calidad Precio). Me he encontrado con Marta, y hemos quedado a comer con su marido en breve, ¿Dónde? Sí, en Casa Alfonso, Roger de Llúria, 6, www.casaalfonso.com, 933019783.

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