lunes, 2 de agosto de 2010

Gusto Trattoria

He quedado a comer con Diego y Raquel. Mientras espero deambulando por los alrededores del restaurante "Gusto" reparo eu en la terraza del local hay un nutrido grupo ed italianos comiendo pizza, y no deja de resultarme curioso, hacer unos miles de kilómetros para comerse una pizza "frutti di mare" y poder criticar a la vuelta que la mozzarella que usamos en España no es de búfala. A mi mente han venido las infumables paellas y tortillas españolas que he visto, nunca comido, en lugares como Budapest o Helsinki, por no hablar el jamón serrano de Estocolmo.

Llegan Diego y Raquel y me avalanzo sobre el iPod de Diego, acaba de casarse y espero encontrar las fotos del enlace así como fotos del viaje de novios, al sudeste asiático. Las primeras fotos son del propio Diego cuando era niño, siguiendo la tradición de las bodas holandesas, y de otras bodas españolas, a los invitados se les deleita con un viaje al pasado de los novios. Las fotografías de la ceremonia por las expresiones de alegría de la gente muestran que se lo pasaron fenomenal, y los que más los novios, como corresponde a una boda. Gráficamente, lo que más me gusta es una suelta de globos de papel con una candela dentro sobre el cielo nocturno del Atlántico, que me recuerda a una escena de la película "El acantilado rojo".

Estoy haciendo cola en los juzgados de Barcelona, esperando para actuar como testigo en el matrimonio del Sr. Café y de la Sra. Nata, y por cosas del destino, los que tienen el turno siguiente son Diego y su ahora esposa, y es que el mundo es un pañuelo. De esta escena ya han pasado algunos meses, pero no deja de parecerme singular lo pequeña que me parece Barcelona en algunas ocasiones, que esto pase en un pueblo de 500 habitantes, bueno.Pero en un ciudad con más de un millón de personas, nunca me lo acabo de creer.

El camarero aprovecha que estamos distraídos con el iPod comentando las jugadas para no hacernos caso, dejar las cosas a traición, y salir como alma que lleva el diablo, y así evitar que pidamos más bebida, el pan, cubiertos, las vinajeras, y otros pequeños detalles que si ya estuviesen en la mesa no deberíamos encontrarlos a faltar. A la tercera vez que Raquel trata de dirigirse al camarero sin éxito, le pido a Raquel que me diga a mi lo que le quisiera decir a él, que es muy malo quedarse con la palabra en la boca, Raquel ríe. En el local se come bien, me comenta, pero son un poco "especiales", aunque esta no es la palabra exacta usada. Lo cierto es que se come bien, pero como hemos quedado tarde la mitad de las opciones del menú están agotadas, pero ésto lo encuentro normal, son las 3 de la tarde pasadas, y si no están bien organizados, el menú empieza a fallar. Lo que no me parece tan normal es que los camareros sean inmunes a las señas, a las llamadas o a la lógica de su trabajo, atender a los clientes. A las 16:30 hemos pretendido tomar el café en la terraza, imposible, cerrada, cerrada para tomar un café los que estamos comiendo adentro, impresionante. a las 17 horas, nos han pedido amablemente que paguemos la cuenta y nos vayamos con nuestra música a otra parte. Se come bien, eso sí, y va mucho turista o personal de paso por la zona. Solo eso puede explicar que estén casi llenos con lo agrios que son en la forma de atender a la gente. La conversación, a pesar de los interesantes relatos de Diego y Raquel, a propósito de la boda, el viaje, y la final de la Copa del Mundo de fútbol -Sí, ya que Diego se ha casado con una holandesa, y el cachondeo entre las amistades a propósito del juego karateka desplegado por Holanda dio de sí- La conversación deriva por un momento a temas laborales y más mundanos.

A las 17 horas, y tras que nos inviten a abandonar el local, dejamos nuestra conversación emplazándonos para comer otro día por la zona. Gusto Trattoria, Rosselló, 84. Teléfono 93 323 65 75. Tienen un par de menús, a partir de los 10 euros. Se come bien, pero hay que tener mucha paciencia.... con los camareros.

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