miércoles, 1 de abril de 2009

Can Buj

Deben existir teorías cósmicas que expliquen como se trazan caminos paralelos, que de forma estudiadadamente aleatoria se van cruzando. Uno de mis caminos paralelos es Pedro, tanto él como yo hemos cambiado de proyecto laboral varias veces, pero hemos coincidido y nos hemos buscado en cada fase ¿Por qué? No puedo hablar por él, pero si por mi, y es que tengo un grato recuerdo y considero que siempre ha sido y es un gran profesional. Siempre que he invertido confianza, me la devolvió con intereses desde aquella lejana reunión en un fabricante de caramelos, de Barcelona, en el año 1.998. Se comenzaban a publicar páginas en internet en España, pleno furor local de las .com (si no me falla la cabeza, año más o menos) la empresa contratada para escribir el código html eran dos jovencísimos programadores, con su acné y su palm pilot, trasto sofisticadísimo y escaso en aquella época. Nosotros éramos un poco más veteranos, pero poco más. Lo nuestro era más sencillo, la parte hardware de la solución. Por parte del cliente lideraba el proyecto márketing, que en aquella época era como poner a un fontanero a operar a corazón abierto. Así que los pobres muchachos estaban muy tensos, y en la reunión les estaban dando razones para dedicarse a la especulación inmobiliaria y renunciar al mundo de internet. Tanto fue, que a uno de ellos se le reventó la nariz y se puso a sangrar de forma espontánea. La camisa blanca inmaculada quedó teñida de rojo carmesí. El pobre chico, entre asustado y horrorizado, hubiese querido desaparecer detrás de un ficus benjamina. Pero Pedro, Mariona o el cliente, no recuerdo quién le dió pañuelos de papel, y Pedro, de eso estoy seguro, le comentó "tranquilo, es normal, a partir de los 18 ya vamos perdiendo". Risa espontánea generalizada, fin de la tensión. Habrían de pasar muchos años para que Pedro y yo estuviésemos comiendo juntos en La Ternerita, una cadena de asadores uruguayos con varios restaurantes en Barcelona. Nos habíamos encontrado por casualidad en la guarida de la bestia, en Imagina. Yo ya estaba en negociación secreta para evaluar mi cambio de empresa, de puesto de trabajo y llevando el tema con la discreción que tenemos los paranoicos, cuando durante la comida y a bocajarro me dice, - ¿En qué proyecto estás? Todo el mundo dice que... y menos el vertical, oye, lo acertó todo. Blanco como el papel blanco. Así me quedé. Dado el salto, tengo la enorme suerte de poder seguir colaborando con él en algunos proyectos, y espero que maduren al sol. Así que hoy, para hablar de como va lo nuestro hemos estado comiendo en Can Buj, un restaurante de corte tradicional, sí, cocinan bien, pero no le veo la gracia. Me explico mejor. Un dia "Aprenent de bruixot" me comentaba que a su jefe le gustaba mucho comer en Can Buj, que la comida estaba bien elaborada, la calidad era correcta, pero no tiene encanto. Ni el local, con una decoración sobria, clásica, tipo años 80, ni la carta tienen tirón. No puedo estar más de acuerdo. El sitio está bien, pero ni Aprenent ni yo sabíamos dónde radica el secreto del éxito para que los ejecutivos de la zona lo prefieran a otras opciones más asequibles, y de calidad equivalente. Las mesas están correctamente espaciadas, un cesto de pan bien dispuesto y surtido -bastones, chuscos y panecillos integrales- y unas olivas gazpachas te dan la bienvenida. El servicio es diligente, si acaso algún camarero un poco inexperto, le ha replicado a Pedro, que toma el café de forma poco común. Ha estado a punto de preguntarle si realmente quería tomar el café de esa forma, con hielo y limón. Pues mira, sí. Pero no sé dónde está la clave del éxito, supongo que son años de oficio, de discreción, y de acertar en el gusto al cliente. de precio, pues tarifa habitual, los primeros por unos 10 euros, los segundos por 20, los postres por 5. Con el vino y los cafés de 45 por cubierto no debe bajar, y de ahí al cielo, claro. Can Buj está en Provença, 73. Teléfono 934101314. No es imprescindible, pero sin duda merece una visita si estás en la zona.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Eres muy amable, pero a veces la memoria dulcifica, amplifica o modifica las vivencias. Eso sí, la anécdota del sangrado es literal y todavía me río pensando en ello. Sólo un detalle: los weberos eran tan (pero tan) tecno-fashion que su PDA era un Newton de Apple (al alcance de muy pocos por entonces).
Un saludo agradecido del Pedro aludido.