
Ahora mismo no soy capaz de recordar la primera vez que fui a comer al Café de la Princesa. Si recuerdo que durante el tiempo que trabajé en el World Trade Center se constituyo, junto con el Rúcula y el Club del WTC, en una especie de base de operaciones.
Y no solo para las operaciones laborales, que también las hubo, pero sobre todo como centro social. Hay despedimos a Oriol cuando decidió volverse al pueblo, hay celebramos los 10 años de promoción, pero la celebración más entrañable fueron las bodas de oro de mis padres. Mi padre, ya afectado por la enfermedad y haciendo gala de su mala salud de hierro vivió una de sus últimas jornadas felices con la renovación de votos.
El salón, ubicado en un patio cubierto de lo que debió ser una casa medieval rehabilitada con más o menos criterio, es amplio, confortable. No te sientes apelmazado, ni implicado en la conversación de la mesa vecina.
Un piano, a veces sí, otras no, otras acompañado por un contrabajo, ameniza las cenas.
La comida, recuerdo un agradable menú al mediodía, económico y bien presentado. Y un "tombet" muy sabroso.
La oferta, en horario de tarde se complementa con una tienda de objetos de diseño y ropa más o menos exclusiva y cara, un lugar más indicado para que te regalen que para regalar.
Siempre me quedé con las ganas de robarles una carta, sé que las vendían de tanto en cuanto. Estaban pintadas, no recuerdo qué pintor, uno de los dueños de la sociedad que lo regenta/regentaba (manteles nosequé) nos invitó a comer en cierta ocasión y coincidimos comiendo con el artista, que dedicó dibujo un bonito garabato en la libreta de Gabriela. Yo me quedé sin.
Si el sitio es agradable, ¿Por qué dejé de acudir? Cierto que la vida te cambia, y cierto es que tengo una cena programada el mes entrante en ese sitio... Pero pese a todo mi recuerdo está asociado a cierto lomo de bacalao con anisakis, y un camarero poco comprensivo con la situación... no explico más, la imaginación es más sugerente, cierto es que tuve otro encontronazo con el anisakis en el Telirium, pero ahí fueron más expeditivos, y me retiraron el plato a la primera señal de disgusto,y lo cambiaron por la carta, sin tener que pagar el bacalao infectado. En el Café de la Princesa, pagué, no me retiraron el plato, y por supuesto no comí.
El Café de la Princesa está en la calle Sabaterets, 3, esquina con Flassaders, es ideal para ir a cenar por la vecindad con el Born, el Miramelindo, Belvedere, Palau Dalmases... Y si voy de día con alguien que no conoce el restaurante, entonces me encanta acceder desde el Born, por la calle angosta dels Flassaders, observando la reacción de alivio de mis comensales al acceder al local. Confío en que no habrá cerrado ni cambiado de gestores... Teléfono 932681518.
1 comentario:
Hola:
Como habrás apreciado hemos mejorado en calidad de los manjares, y como no, una considerable súbida monetaria... Estoy deseando que llegue el 30 de abril para ver donde vamos a realizar la operación 3.
Un abrazo
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