lunes, 16 de febrero de 2009

Zinc Bar (Hotel Villa Emilia)

Días de mucho ajetreo. Es lo que tiene cuando mucha gente lejana pero amiga coincide a la vez en tu ciudad.
A media mañana me ha llamado Dominique, si podíamos comer juntos, y un poco más tarde Paco. Así que con uno he comido, con el otro he tomado café.
Esta vez hemos ido al Zinc Bar, del hotel Villa Emilia, en la calle Calabria, 115.
A ver, el ambiente es de primera, muy a mi gusto, minimalista y neobarroco, según la pared que mires. Nos hemos sentado al lado de la chimenea de gas. Una chimenea es una chimenea y la lengua de fuego ondulante tiene el mismo encanto.
El salón está presidido por un enorme piano de cola, que nadie estaba tocando, y una enorme araña de cristal soplado, que luego da paso al restaurante.
Lo de carta corta esta vez no es una forma de hablar, en el menú a elegir dos entrantes, y un segundo y un postre... Y cuando a uno no le gusta el queso y los dos primeros lo llevan y el postre es pastel de queso, pues ya de entrada uno piensa que hay un complot para que no vuelva.
Eso me lleva a los menús del AVE, lo uso todos los meses unas 4 veces, pues bien, no hay menú de desayuno, almuerzo o cena que no incluya el queso, es más... algunas veces es algo así como surtido de quesos y quiche lorraine... No podrán conmigo.
En el Zinc Bar además del ambiente, lo que al final he comido... muy bueno, lo mejor, he pedido la carne al punto pasado y me la han servido al punto pasado... esto puede parecer obvio, pero en "El trapío" en una ocasión tuve que devolver el plato a cocina 3 veces y comer la carne poco hecha.
El aderezo de aceite de trufa, genial.
La guarnición, rúcula, que cuando has pedido ensalada de rucúla con carpaccio de atún de primero, digo yo que el chef podría ser un poquito más creativo y abrir una lata de espárragos.
De postre, se les había acabado la tarta de queso, circunstancia que no he tenido que lamentar, así que un zumo de naranja y a tomar el café con Paco, al Bracafé, un poco más abajo.

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